The
Flash. The Fastest Man Alive Nº 1 a 3. Guionista: Kenny Porter.
Dibujantes: Ricardo López Ortiz, Juan Ferreyra, Jason Howard.
Coloristas: Rómulo Fajardo Jr., Juan Ferreyra,
Jason Howard. Letrista: Steve Ward. Portadistas: Max Fiumara,
Sebastián Fiumara, Jason Howard (regular), Andy Muschietti y Danny
Miki, Juan Ferreyra,
Jorge Corona y Sarah Stern, Ricardo López Ortiz, Scott Kolins
(alternativas). Editor: Andrew Marino. DC Comics. EE.UU., noviembre
de 2022 a enero de 2023.
Creo
haberlo dicho antes. El cómic precuela a la película de superhéroes
del momento ya forma parte del paquete comercial que acompaña el
estreno cinematográfico. En medio del marasmo que aglutina juguetes,
muñecos, remeras, cajitas felices y el resto del acostumbrado
merchandising, se cuela siempre la miniserie
en formato historieta que juega a revelar aquellas cosas que al film
le resultan intrascendentes desde el punto de vista narrativo.
Los
tres números de The Flash. The Fastest Man Alive no escapan a la
norma general. Están pensados para cubrir el bache que va de Liga de la Justicia al Flash de Andy y Bárbara Muschietti que este jueves
llega a las pantallas argentinas; y en ese sentido cumplen con las
necesidades del mercado y las expectativas (muchas o pocas, da igual)
que puedan albergar los fanáticos del Universo Extendido de DC
(UEDC). Básicamente, se trata de explicitar los cambios más que
obvios que el Corredor Escarlata muestra al inicio de su propio film,
apuntando
al
espectador que no tenga ganas de inferir esos detalles que en nada
modificarán su experiencia ante el largometraje.
Juan Ferreyra
La
resiliencia del Barry Allen encarnado por Ezra Miller, pareciera ser
el centro emocional de las tres aventuras autoconclusivas que
conforman la saga. Tienen en común el enfrentamiento del superhéroe
con un supervillano originario del mundo del cómic (Girder, Tar Pit
y El Trompo), que le servirán de disparadores para ir ganando
confianza, aprender a correr más rápido y a dominar su capacidad
para vibrar a través de los objetos sólidos. Y mientras la ciudad
lo adopta como paladín famoso, aceptado y querido, iremos viendo
como crece y se instala el drama personal que justificará el
leitmotiv de la película: El asesinato de su madre y la necesidad de
probar la inocencia de su padre, injustamente culpado por el crimen y
encarcelado como consecuencia.
Jason Howard
En
lo que remite estrictamente al film, además de establecer
motivaciones y justificar elecciones, la precuela explica de dónde
vienen los nuevos trajes de Flash y el Batman de Ben Affleck, la
personal relación que los une (de amistad, pero también de maestro
y discípulo) y el clásico anillo con el símbolo del rayo. Por
último, lo instala como científico en el laboratorio criminal del
Departamento de Policía de Ciudad Central, junto con sus colegas
Patty Spivot y Albert Desmond (¿futuro Doctor Alquimia en una
posible secuela?), bajo el mando del Dr. Singh.
Fragmentado,
sin transiciones, el guion se pega como chicle a una fórmula básica
y estándar, cursi y remanida. Se las arregla para mantener el ardid
publicitario de base, pero no le alcanza para involucrar a ningún
lector que busque el valor de una buena historia. Avanza rápido y se
mueve de manera furiosa, apelando a estilos gráficos diversos (del
manga al decorativismo tosco, pasando por el realismo estilizado de
Juan Ferreyra, lo mejor de la serie), incapaz de cohesionar un
lenguaje visual que defina su propia identidad o, al menos, exhiba
algún nexo iconográfico con el UEDC. Innecesaria
y aburrida, no le hace ningún favor a la película.
Fernando
Ariel García
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