Gaza Mon Amour. Directores: Tarzan Nasser y Arab
Nasser. Protagonistas: Hiam
Abbass, Salim Dau, Maisa Abd Elhadi, George Iskandar, Manal Awad, Hitham Al
Omai, Hamada Atallah. Guionistas: Tarzan Nasser y Arab Nasser. Palestina /
Francia / Alemania / Portugal / Catar, 2020. Sin estreno comercial en la
Argentina. Proyectada dentro del 10º Festival Internacional de Cine Latino
Árabe – LATINARAB, del 3 al 19 de mayo de 2022.
41 kilómetros de largo, entre 6 y 12 de ancho. La
Franja de Gaza es un territorio palestino autogobernado que, sin embargo, no es
de completo libre acceso para sus habitantes. Principalmente, porque se encuentra
cortado por una tierra de nadie de cerca de 500 metros, impuesta y controlada
por el ejército israelí, que decide quién pasa y quién no. Por eso, para la
comunidad internacional, se trata de un territorio ocupado por Israel.
Aquí la vida no es fácil. Para nadie. Desde
2007, año en que la organización islámica palestina Hamás llegó al poder
mediante elecciones libres, Israel y Egipto (dos de los seis países que
consideran a Hamás como una organización terrorista) le declararon un bloqueo militar
que los golpeó más de lo que ya estaban. Por ende, en Gaza falta prácticamente
todo y no sobra nada de nada. Se trabaja de lo que se puede, cuándo se puede y
cómo se puede. Los servicios públicos funcionan a veces sí y a veces no. Y la
luz eléctrica se corta 22 de las 24 horas diarias. Los adultos mayores
aprendieron a acomodarse a esta cotidianeidad. Y las generaciones más jóvenes
aprendieron a buscar su lugar en el mundo fuera del lugar en el que nacieron.
En estas tierras, la tercera más densamente
poblada de la Tierra, los hermanos Nasser, Arab y Tarzan (sí, se llama Tarzan y
no es ningún hombre-mono), enclavaron una poderosa y minimalista historia de
amor otoñal para dos sesentones arremolinados por este entorno. Issa, un
pescador soltero; y Siham, una modista viuda que vive con su hija adolescente.
Sus dos historias, a contramano aparente de lo que marca la Historia, se
cruzarán en el mercado donde pasan gran parte de sus días, e intentará llegar a
buen puerto. En el medio, una peripecia algo kafkiana con una fálica estatua de
Apolo servirá para mostrar, en contraplano, la decadencia moral de algunas
instituciones.
Esperanzadora, cálida y entrañable, Gaza mon
amour es también previsible, sencilla e ingenua. Pero
gana cuerpo y sustancia cuando se deja atravesar por la ternura que mueve a sus
protagonistas, por ese deseo que los lleva a plantarse de cara a lo establecido
y lo falsamente esperable. Cuando el aire de comedia algo absurda campea sobre
el metraje, la película crece en intensidad e identidad. En medio del caos y el
desánimo, el amor sigue siendo la mejor respuesta a tanto contexto hostil. Como
sentenciara Lope de Vega hace un par de siglos: Un cielo en un infierno cabe.
Quien lo probó, lo sabe.
Fernando Ariel García
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