Matrix.
Resurrecciones. Directora: Lana Wachowski. Protagonistas: Keanu Reeves, Carrie-Anne
Moss, Yahya Abdul-Mateen II, Jessica Henwick, Jonathan Groff, Neil Patrick
Harris, Priyanka Chopra Jonas, Jada Pinkett Smith, Lambert Wilson y Daniel
Bernhardt, entre otros. Guionistas: Lana Wachowski, David Mitchell y Aleksandar
Hemon, basado en personajes y situaciones creadas por las hermanas Wachowski. Village
Roadshow Pictures / Venus Castina Productions. EE.UU., 2021. Estreno en la
Argentina: 22 de diciembre de 2021. Disponible en HBO max desde el 28 de enero de 2022.
Déjà
vu. O ya visto, en francés. Se suele utilizar esta frase hecha para definir el
extraño fenómeno de tener la sensación de estar viviendo una situación o una
experiencia puntual que ya se ha vivido o experimentado en el pasado. En
Matrix. Resurrecciones (The Matrix. Resurrections), la directora Lana Wachowski
va un paso más allá; y la convierte en un juego de espejos simbólico que define
y motoriza el conflicto entre los personajes principales y el concepto
identitario de la Matrix. Un diálogo de paralelismos y divergencias entre la
trilogía original y esta cuarta película.
Porque,
hay que decir la verdad, Wachowski consiguió lo que, a priori, parecía
imposible. Una película que sea una secuela y un relanzamiento y, al mismo
tiempo, no sea ni una secuela ni un relanzamiento. Sino algo mucho más complejo
y atractivo, un artefacto de relojería metanarrativo donde, como corresponde al
espíritu de la saga, la acción y la reflexión van de la mano, a ambos lados
de la pantalla. Porque vuelve a clavar la duda existencial en el lugar
indicado, en el momento justo. ¿Qué es la realidad? ¿Lo que estamos viviendo o
lo que creemos que estamos viviendo?
Equilibrada
fusión entre el cyberpunk y la filosofía, Alicia en el país de las maravillas y
los cómics de superhéroes, las películas occidentales de acción, la estética
animé y las peleas coreografiadas al estilo del cine chino de artes marciales.
Mientras va siendo todo eso, Resurrecciones también es una historia de amor. Y
el afilado análisis del lugar que la saga de Matrix ocupa en el imaginario
mundial; poniendo en el tapete cómo las corporaciones pretenden alimentarse de
la energía vital de la (tal vez) ficción audiovisual más importante de los
últimos veinte años, por su impacto en la vida cotidiana de las personas y en
la industria global del entretenimiento.
Y
como si todo esto no fuera suficiente, Wachowski sumó a su discurso cinematográfico
un fuerte contenido político en contra de la hegemónica concepción binaria de
la existencia. No se trata sólo de celebrar la libertad individual traducida en
identidad de género. Sino de entender que los mandatos familiares, sociales y
culturales también forman parte de las estrategias de sometimiento humano que
la Matrix utiliza sin compasión ni remordimientos.
De
más está decirlo, Resurrecciones está lejos de ser una película perfecta, pero es
una obra inteligente e inquietante. Mejor dicho, es inteligente por lo
inquietante. Y por eso, creo, vale la pena verla. Quédense hasta el final. No
es un tanque fílmico de Marvel o DC, pero tiene escena post-créditos.
Fernando Ariel García
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