viernes, 31 de enero de 2020

40 CAJONES: VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

40 cajones. Guion: Rodolfo Santullo, inspirado libremente en un capítulo de Drácula de Bram Stoker. Arte: Jok. Portada: Jok. Pictus. Argentina, 2012. 

En estos últimos 40 años me he cruzado con un sinfín de draculófilos. De todos los tamaños y colores, con disímiles posiciones tomadas y defendidas. Conocí historiadores cerrados al embellecimiento ficcional operado sobre el buen Vlad Tepes, fanáticos cinematográficos embanderados detrás de las capas de Bela Lugosi o de Christopher Lee (como si no se pudiera abrazar ambas), puteadores del modelo machista-patriarcal que le chupa la sangre a las mujeres, chantas que querían chapear con su foto en los Cárpatos, serios estudiosos del fenómeno del vampirismo y gente común que aún se emociona con las peripecias de un monstruo romántico. 



Pero desde hace 40 años sólo conozco a un tipo que, realmente, la sabe lunga sobre Drácula, el de la verdad histórica y el de la realidad multimediática, el héroe nacional y el Amo de los No-Muertos, el hombre cruel que empalaba a sus enemigos y el mito dandy que les mordía el cuello. Más que un especialista, Hernán Ostuni (que de él se trata) es una especie de sommelier vampírico con la innata capacidad para separar la paja del trigo (no sólo) en lo que a Drácula se refiere. 


Y hace 8 años que este buen muchacho me viene insistiendo con que lea 40 cajones, que me deje de joder con vampiritos de cuarta y le entre, de una buena vez, a uno de los cortes más sustanciosos que se le ha hecho a esta vaca que sigue dando sangre en lugar de leche. Que lo que hizo Santullo es monumental: Agarró un pedacito del libro de Bram Stoker (el viaje en barco del Conde, desde la costa búlgara al nordeste de Inglaterra) y armó una obra íntegra y compacta, fiel a la tradición y coherente a la hora de plantear un Drácula escindido de la moralidad humana. Un Drácula cuya motivación básica para lanzarse al mar rodeado de una tripulación de marineros, da cuenta de su real naturaleza: Una mente maestra en el cuerpo de una bestial fuerza primigenia, inalcanzable e indefinible por nuestros limitados conceptos del bien y del mal. 


Que lo hecho por Jok debería ser reverenciado por los siglos de los siglos. Porque sólo un animal gráfico de su envergadura se animaría a perfilar la presencia de semejante icono a través de su ausencia física. Mostrándolo como un concepto inmanente que trasciende por el peso de sus actos, elegimos sufrir la consecuencia de su existencia porque no soportaríamos la instancia de tenerlo enfrente. Por mérito propio, este Drácula de Jok está en lo más alto del podio, hablándole de igual a igual al Drácula de Fernando Fernández, al del Viejo Breccia, al de Gene Colan, al de Mignola. Único, eterno e inmediatamente reconocible. 


Y después de 8 años, una noche en que estaba desvelado, le hice caso a Ostuni y leí 40 cajones. Y tengo que decir la verdad: Ostuni se quedó corto. 40 cajones es todo lo que me dijo que era. Y más. Y mejor. 
Fernando Ariel García

UN AMOR A SEGUNDA VISTA: PREVISIBLE FANTACOMEDIA ROMÁNTICA

Un amor a segunda vista. Director: Hugo Gélin. Protagonistas: François Civil, Joséphine Japy, Benjamin Lavernhe, Camille Lellouche, Édith Scob, Amaury de Crayencour, Juliette Dol, Samir Boitard, Christian Benedetti, Laurent Delahousse y Franck Provost, entre otros. Guion: Hugo Gélin, Igor Gotesman y Benjamin Parent, con la colaboración de David Foenkinos y Lætitia Colombani. Zazi Films / Mars Films / Chapka Films / France 3 Cinéma / C8 Films. Francia / Bélgica, 2019. Sin estreno comercial en la Argentina. Proyectada durante el 2º Tour de Cine Francés, en octubre de 2019. 

Después de venir insistiendo desde sus años de estudiante, Raphaël (François Civil), finalmente la pega. Se ha convertido en el escritor de ciencia-ficción más importante del momento. Sus libros agotan las tiradas y la saga de su alter ego enfrascado en lucha revolucionaria contra el feroz dictador de su literario universo, está a punto de saltar a la gran pantalla. Soberbio y enamorado de su propio éxito, Raphaël no se percata (o no quiere darse cuenta) de que el lugar de privilegio que hoy ocupa es, en gran parte, resultado de las renuncias profesionales que ha hecho su esposa. 


Olivia (Joséphine Japy) se enamoró de Raphaël desde que sus pasos se cruzaron en el patio del colegio. Está claro que su destino era el de ser una de las principales pianistas clásicas de la historia, pero la priorización de la labor de su amado derivó en dos pequeños grandes detalles. Uno: La incorporación de un personaje femenino (alter ego de Olivia) en la serie de libros de Raphael, verdadera impulsora de ese suceso editorial sin parangón. Y dos: En lugar de llenar los principales teatros del mundo, Olivia llena un aula de colegio como maestra de música. 


Hasta que, claro, la crisis marital llega a un punto de no retorno; y ella lo abandona a él. Después de estos primeros diez minutos, el grueso de la película se dedicará a contar los intentos de Raphaël por recuperar el amor de Olivia, tal como señalan los cánones de la previsible comedia romántica. Pero como Un amor a segunda vista (Mon inconnue) no asume su condición de previsible comedia romántica, todo el proceso de reconquista vendrá relatado en un marco explícito de ciencia-ficción. 


Porque después de una mamúa infernal, Raphaël despierta en una realidad paralela donde su historia personal nunca se hilvanó con la historia personal de Olivia. Resultado: Ella es la famosa concertista que debería haber sido y él es el mediocre profesor de literatura que tenía que ser. Consciente del real estado de las cosas, Raphaël deberá elegir entre su lujosa vida mediática sin Olivia, o una vida de trabajador a la sombra de su amada. O sea, entre la fama o el amor. 


Correcta de principio a fin, agradable de seguir, Un amor… no termina de alcanzar la altura de una premisa más interesante que su desarrollo narrativo. Está llena de clichés y se le nota (demasiado) la pretensión cómica que no termina de decantar en humor de ningún tipo. Lo mejor de todo, tal vez, sea la ligereza con que se toma a ella misma, sobre todo en aquellos momentos donde permite el lucimiento lúdico de la pareja protagónica, tanto en el bucólico entorno romántico de la campiña como en el distópico futuro de la París literaria donde batallan los rebeldes. 


De seguro, si Raphaël hubiera despertado dentro de sus novelas, hoy estaríamos hablando de otra película. 
Fernando Ariel García

jueves, 30 de enero de 2020

MUJERCITAS: IMAGINARIO DECIMONÓNICO Y SENSIBILIDAD CONTEMPORÁNEA

Mujercitas. Directora: Greta Gerwig. Protagonistas: Saoirse Ronan (Josephine "Jo" March), Emma Watson (Margaret "Meg" March), Florence Pugh (Amy March), Eliza Scanlen (Elizabeth "Beth" March), Laura Dern (Marmee March), Timothée Chalamet (Theodore "Laurie" Laurence), Meryl Streep (Tía March), Tracy Letts (Sr. Dashwood), Bob Odenkirk (Padre March), James Norton (John Brooke), Louis Garrel (Friedrich Bhaer), Chris Cooper (Sr. Laurence), Jayne Houdyshell (Hannah), Dash Barber (Fred Vaughn), Hadley Robinson (Sallie Gardiner Moffat), Abby Quinn (Annie Moffat) y Maryann Plunkett (Sra. Kirke), entre otros. Guion: Greta Gerwig, basado en el libro Mujercitas (1868), de Louisa May Alcott. Columbia Pictures / Regency Enterprises / Pascal Pictures. EE.UU., 2019. Estreno en la Argentina: 30 de enero de 2020. 

Un clásico de la literatura infanto-juvenil es, ante todo, un clásico de la literatura. Y como tal, lo mejor que tiene para ofrecer son las preguntas con que sigue interpelando a las generaciones (y sociedades) que le prosiguieron. Mujercitas, de Louisa May Alcott, es uno de esos clásicos. Y además de la vigencia de sus avanzados planteos feministas, la novela viene a sumar nuevos puntos de vista y otras experiencias al puntual debate social que hoy reperfila al mundo: El empoderamiento de la mujer y su contracara, el fin del modelo patriarcal. 


La Mujercitas (Little Woman) de Greta Gerwig, en tanto adaptación e intervención del texto original de Alcott, alcanza el equilibrio justo entre el imaginario decimonónico y la sensibilidad contemporánea, a la hora de retratar el fenómeno del feminismo desde su mirada más abarcativa posible. Rompiendo la linealidad narrativa de la novela, la película se articula mediante saltos en el tiempo que refuerzan los efectos dramáticos de una trama que no le escabulle el bulto al dolor y a la felicidad, a la realización y a la postergación de los deseos, al amor encontrado y al amor renunciado. 


Y aprovechando que la historia de Mujercitas estaba basada en la vida de Alcott, Gerwig tunea al personaje de “Jo” March hasta transformarlo en el alter ego ficcional de Alcott y en el alter ego metaficcional de la propia Gerwig, asumiendo que su voz es la confluencia de los millones de voces que hoy dicen ¡Basta! El mundo que gira alrededor de Jo no es el mismo mundo que Jo pone a girar a su alrededor. Y en ese cruce se cuece lo más rico que tiene para ofrecer el film. O sea, el entramado de los cuatro grandes temas que, históricamente, han forjado el universo básico de los mandatos femeninos: La maternidad, la responsabilidad del hogar, las posibilidades laborales fuera de casa; y la búsqueda del amor verdadero, entendiendo por verdadero a la vertiente romántica de tan valorado sentimiento. 


Con el cuerpo y las acciones de las hermanas March, Gerwig se anima a ir deconstruyendo las verdades y los mitos que se han ido asociando a esos cuatro pilares. Hasta llegar a la síntesis más compleja y completa. El único modelo que legitima y fortalece a la mujer como mujer es aquel que cada una haya elegido para sí misma, a consciencia y en libertad, respetando (y haciendo respetar) su identidad como persona y su integridad como ser humano. El resto es materia ficcional que puede servir para escribir una gran novela o filmar una gran película. Como Mujercitas, por ejemplo. 
Fernando Ariel García

miércoles, 29 de enero de 2020

ESPÍAS A ESCONDIDAS: SÓLO PARA SUS OJOS

Espías a escondidas. Directores: Troy Quane y Nick Bruno. Voces (en inglés): Will Smith (Lance Sterling), Tom Holland (Walter Beckett), Rashida Jones (Marcy Kappel), Ben Mendelsohn (Killian), Reba McEntire (Joy Jenkins), Rachel Brosnahan (Wendy Beckett), Karen Gillan (Ojos),DJ Khaled (Oídos) y Masi Oka (Katsu Kimura), entre otros. Voces (en castellano): Mario Filio (Lance Sterling), Emilio Treviño (Walter Beckett, rebautizado como Walter Benítez), Rosalba Sotelo (Marcy Kappel), José Luis Orozco (Killian), Rebeca Patiño (Joy Jenkins, rebautizada como Felicia Jenkins), Xóchitl Ugarte (Wendy Beckett), Alondra Hidalgo (Ojos), Víctor Ugarte (Orejas) y Mauricio Pérez (Katsu Kimura), entre otros. Guion: Brad Copeland, Lloyd Taylor y Cindy Davis, basado en el cortometraje Pigeon: Impossible (2009), de Lucas Martell. Blue Sky Studios / 20th Century Fox Animation / Chernin Entertainment. EE.UU., 2019. Estreno en la Argentina: 30 de enero de 2020. 



Timing perfecto. Si hasta uno podría pensar que fue a propósito. Los productores de los films de Bond confirman (por millonésima vez) que 007 tiene chances de ser mujer, pero nunca un hombre afroamericano; y Espías a escondidas (Spies in Disguise) se estrena en la Argentina con el protagónico de Will Smith como Lance Sterling, el agente secreto negro más cool del mundo del espionaje. Es cierto, a Lance le faltan la sofisticación y la flema británica, pero le sobran la soberbia armada, el ego y la billetera de Trump. 


Concebida y realizada para capturar la atención de los ojos infanto-juveniles (mi hija y los demás chicos que estaban en la privada de prensa, no pararon de reírse durante la proyección), la primera película animada de Fox bajo gerencia Disney está apoyada en un sólo chiste, explotado al máximo en todas sus variaciones posibles. Si vieron el tráiler ya saben de qué se trata: Y si no, alcanza y sobra con saber que guarda relación con la aversión de Sterling a las palomas (y no con Pigeon: Impossible, el corto de Lucas Martell en que se basa el film). 


Comedia atp que no da respiro, las marchas y contramarchas de su argumento nos llevan de Washington a Japón, de Playa del Carmen a Venecia y de la base de los malos (con muchos orientales entre sus filas) de vuelta a Washington. Sin repetir y sin soplar, pasa por todas las estaciones convencionales del género (peleas, persecuciones, pérdidas familiares, sacrificios personales) para terminar bajando línea moral sobre valores que apoyamos: El trabajo en equipo, la humildad, la perseverancia como base de los logros; y la inclusión respetuosa de los “raros”. 


Diversión sin otras pretensiones. Es lo único que tiene para ofrecer Espías a escondidas. Y a su favor hay que decir que lo brinda en abundancia, muy bien apoyada en la tarea vocal de sus figuras relevantes, Smith y Tom Holland, generadores de la química necesaria para que todo funcione como un relojito. Después de los créditos de cierre hay un alguito. Y ojalá, algún día, hagan una película entera con el estilo de animación que usan para los títulos de apertura. 
Fernando Ariel García

1917: EL CINE DE LA EXPERIENCIA VERSUS LA EXPERIENCIA DEL CINE

1917. Director: Sam Mendes. Protagonistas: George MacKay, Dean-Charles Chapman, Mark Strong, Andrew Scott, Richard Madden y Claire Duburcq, entre otros. Participación especial de Colin Firth y Benedict Cumberbatch. Guion: Sam Mendes, Krysty Wilson-Cairns. DreamWorks Pictures / Reliance Entertainment / New Republic Pictures / Mogambo / Neal Street Productions / Amblin Partners. EE.UU. / Reino Unido, 2019. Estreno en la Argentina: 30 de enero de 2020. 

Estamos en el 6 de abril de 1917, al norte de Francia, en medio de un campamento británico estratégicamente ubicado en el Frente Oeste, principal teatro de operaciones de la Primera Guerra mundial. Falta poco más de un año para que los alemanes se rindan y firmen el armisticio, pero ese es un dato que no maneja ninguno de los protagonistas de 1917, razón por la cual los ánimos son los que son, las caras dibujan las expresiones que vemos; y las expectativas siguen siendo las mismas de ayer: Mantenerse con vida hasta mañana. 


Convengamos que la historia contada por Sam Mendes (Belleza americana, dos de las últimas Bond) es ínfima, no más de una anécdota en el mosaico de la Gran Guerra. Una especie de Rescatando al soldado Ryan en versión minimalista (por la cantidad de soldados involucrados) pero de alcance expansivo (por la naturaleza inmersiva de su narración). En 1917, de manera brutal, inmisericorde y decisiva, el cómo se cuenta se impone al qué se cuenta. Y la elección consciente del nosotros inclusivo termina por marcar la (gran) diferencia. 


Porque el verdadero protagonista de esta épica bélica, tan vital como móvil, es la cámara. La cámara que sigue a los dos soldados británicos por su trinchera, cruzando la tierra de nadie, avanzando a campo traviesa en territorio enemigo, adentrándose en el fantasmagórico laberinto arquitectónico de una ciudad comida por las bombas y el humo irrespirable. Filmada en tiempo real, construyendo la sensación de una toma única, con ese travelling subjetivo que serpentea desde el principio hasta el final, llevándonos de las narices por entre las ratas, el barro, la sangre, la mierda y el honor. 


Lo de Mendes es, técnicamente hablando, insuperable. Un logro fastuoso y bello, tan fácil de seguir que hasta parece que hubiera sido fácil de hacer y de resolver. El espectador es uno más en ese grupo de desesperados, hambrientos, enloquecidos por el deber de una misión suicida contra el reloj. Transpiramos, sufrimos, nos debatimos, corremos, matamos, huimos, tenemos miedo, flaqueamos y nos levantamos. Con ellos. Como ellos. Si hasta, por un momento, naturalizamos la patética deshumanización del enemigo.


Mendes logra lo que poco cine bélico ha logrado hasta ahora: Hacernos vivir la experiencia de estar en una guerra. Y en este enorme mérito anida el mayor pecado del film. Al estar tan compenetrado con lo que le pasa a uno durante el metraje, a uno ya no le importa qué le pasa a los dos soldados británicos. ¿Viven? ¿Mueren? Da lo mismo. Lo importante es que nosotros lleguemos a las placas de cierre esquivando metralla, explosiones y pestes, caminando sobre cadáveres y codeándonos con moribundos. Ansiando el momento en que podamos relajarnos, sentarnos bajo la copa de un árbol a pensar un futuro (si es que existe tal posibilidad), fumar un cigarrillo o deshacernos en lágrimas. 


Con 1917, Mendes acaba de firmar el manifiesto definitivo para el concepto dominante en el entretenimiento masivo de esta época: Privilegiar la “experiencia” a costa de exterminar la empatía. No es la opción correcta, al menos para mí. Entre el cine de la experiencia y la experiencia del cine, yo me quedo con lo segundo. 
Fernando Ariel García

viernes, 24 de enero de 2020

WARNER CHANNEL ESTRENA "CRISIS EN TIERRAS INFINITAS" EN LA ARGENTINA

Warner Channel estrena en la Argentina el esperadísimo cruce entre las series del Arrowverse, Crisis en Tierras Infinitas, adaptación del clásico cómic que reformuló la estantería dramática del Universo de DC Comics. 


Si querés saber de qué va la cosa, mirá esta nota que publiqué en el diario La Nación.

jueves, 23 de enero de 2020

DOLITTLE: EL IRON MAN DE LA ERA VICTORIANA

Dolittle. Director: Stephen Gaghan. Protagonistas: Robert Downey Jr., Antonio Banderas, Michael Sheen, Harry Collett y Carmel Laniado, entre otros. Voces (en inglés): Emma Thompson (Poly), Rami Malek (Chee-Chee), John Cena (Yoshi), Kumail Nanjiani (Plimpton), Octavia Spencer (Dab-Dab), Tom Holland (Jip), Craig Robinson (Kevin), Ralph Fiennes (Barry), Selena Gomez (Betsy) y Marion Cotillard (Tutu), entre otros. Voces (en castellano): Regina Orozco (Poly), Paul Stanley (Chee-Chee), Jesús Alzamora (Yoshi), Faisy (Plimpton), Dalia Gutmann (Dab-Dab), Andrés Navy (Jip), Fonseca (Kevin), Daniel Giménez Cacho (Barry), Laura Tobón (Betsy) y Verónica Toussaint (Tutu), entre otros. Guion: Thomas Shepherd, basado en personajes y situaciones creados por Hugh Lofting para la saga literaria del Doctor Dolittle (1920-1952), en particular el libro The Voyages of Doctor Dolittle (1922). Música: Danny Elfman. Productor: Robert Downey Jr. Team Downey / Roth Films / Perfect World Pictures. EE.UU., 2020. Estreno en la Argentina: 23 de enero de 2020. 


John Hunter (1728-1793) está considerado como uno de los más importantes cirujanos de la historia de Escocia, sobre todo por haber sido el primero que insistió con el desarrollo de métodos médico-científicos basados en la detenida (y muy detallista) observación de los pacientes y sus entornos, a la hora de elaborar un diagnóstico y su correspondiente tratamiento. Por ese motivo, al parecer, le sirvió de sustento ideal al ingeniero civil Hugh Lofting, creador del famoso Doctor Dolittle en 1920. 


La figura del bonachón doctor que puede hablar con los animales se hizo rápidamente famosa, derivó en una larga saga de libros infantiles de didáctico tono aventurero; y de allí saltó al teatro, la radio, los dibujos animados y el cine (con los rostros de Rex Harrison en 1967 y un doblete de Eddie Murphy en 1998 y 2001). Y ahora le toca el turno a Robert Downey Jr. en esta Dolittle que pretende abarcar tanto que se queda sin apretar nada.


Que la película esté pensada, realizada y construida alrededor del lucimiento de Robert Downey Jr., no es un problema. La verdad, “el mejor actor de su generación” (Marlon Brando dixit) tiene carisma, talento y oficio para cargarse sobre los hombros cualquier cosa que le pongan, pero necesita de alguien que ordene los excesos de una propuesta que sólo busca la forma de ir redoblando permanentemente sus propias apuestas. O, en su defecto, alguien que sepa hacer de esos excesos una virtud narrativa y no confunda movimiento espasmódico con acción. 


Apuntada directamente al corazón del público infanto-juvenil, la película hace del doctor Dolittle un reluctante aventurero, tan inteligente como cabrón. Una especie de Indiana Jones superheroico que, básicamente, es el reconocible Iron Man trasplantado a la Inglaterra Victoriana. Por si quedara alguna duda, tiene su “momento armadura”, su iconoclasta mansión y una nave que cualquier paladín quisiera para sí. Además, la dinámica que entabla con los animales que lo acompañan en su travesía allende los mares, es una réplica de la que Iron Man mantiene con los Vengadores. Hay un Capi que lo pone en su lugar y un héroe novato (su Spider-Man, digamos) para que lo forme a su imagen y semejanza. 


Lo mejor de todo: La introducción animada y los cuadros del final. Eso sí, no se vayan enseguida. Como en las pelis de Iron Man,hay una escena entre los créditos de cierre. Fernando Ariel García

lunes, 20 de enero de 2020

EL IRLANDÉS: ELEGÍA DE LA ÉPICA GANGSTERIL

El irlandés. Director: Martin Scorsese. Protagonistas: Robert De Niro (Frank Sheeran), ‎Al Pacino (Jimmy Hoffa), Joe Pesci (Russell Bufalino), Ray Romano (Bill Bufalino), Bobby Cannavale (Felix Di Tullio), Anna Paquin (Peggy Sheeran), Stephen Graham (Anthony Provenzano), Stephanie Kurtzuba (Irene Sheeran), Jesse Plemons (Chuckie O'Brien), Harvey Keitel (Angelo Bruno) y Kathrine Narducci (Carrie Bufalino), entre otros. Guion: Steven Zaillian, basadoen el libro I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt. Música original: Robbie Robertson. Productores: Martin Scorsese, Robert De Niro, Jane Rosenthal, Gastón Pavlovich, Emma Tillinger Koskoff. TriBeCa Productions / STX Entertainment / Sikelia Productions. EE.UU., 2019. Disponible en Netflix desde el 27 de noviembre de 2019. 

La tecnología actual lo permite todo. O casi. Por eso hay películas que están hechas para ser vistas en Imax, para ser vistas en cine, para ser vistas en TV y hasta para ser vistas en smartphones. Del otro lado están, por supuesto, las películas hechas para ser vistas. Y El irlandés (The Irishman) es una de estas últimas. En cualquier formato, como venga, ya sea por partes o de corrido. ¿La mejor de Scorsese? No lo sé, dependiendo del día en que intente una respuesta, puede que sí o puede que no. ¿La mejor del último Scorsese? Por afano. Y es lógico que así sea. Lo suyo quita el aliento. Y lo de De Niro, Pacino y Pesci no tiene nombre. O sí. Actuación, se le llama. Consagratoria, se le podría agregar, si no se tratara de monstruos que están más allá (y más acá) del bien y del mal. 


A los saltos temporales, uno puede ir armando la historia de Frank Sheeran (De Niro), el irlandés del título, un camionero reconvertido en asesino a sueldo, puesto a trabajar primero para el mafioso Russell Bufalino (Pesci) y, en segunda instancia, para el famoso y poderosísimo Jimmy Hoffa (Pacino), mítico líder del sindicato estadounidense de camioneros. Desaparecido a fines de julio de 1975, Hoffa fue declarado legalmente muerto en 1982; y desde entonces se viene intentando esclarecer qué es lo que pasó cuando pasó lo que todos dan por cierto. La película cuenta su versión de los hechos, que es la versión que le dio Sheeran a Charles Brandt, autor del libro en que se basa El irlandés


Pero todo esto es apenas la cáscara del film. Lo sustancioso está en el bosque, aunque cada uno de los árboles que lo conforman se bancaría un largometraje por sí solo. La mirada abarcadora de Scorsese nos cuenta el largo languidecer de la épica gangsteril que tanto le rindió a él y a otros directores. Una elegía contemplativa, revisionista y movilizadora, un mosaico hecho de diálogos filosóficos y punzantes, violencia seca y extrema, equilibrado por aquellos silenciosos ominosos y definitivos que evitan desbordes y dibujan límites que no se pueden deshacer. Una tragedia de ribetes shakespereanos tejida por lazos familiares que no paran de sangrar dolor y pérdidas. El dilema existencial que acarrea el sentido que le damos a nuestra vida, sobre todo a la hora de hacer el último balance, en medio de la soledad que tan estoicamente supimos construir. Sólo por la escena del llamado telefónico de De Niro, El irlandés vale más que mil películas. Chapeau. 
Fernando Ariel García

martes, 14 de enero de 2020

THE JOKER – YEAR OF THE VILLAIN: SER O PARECER

The Joker – Year of the Villain. Guion: John Carpenter y Anthony Burch. Dibujos: Philip Tan. Entintado: Marc Deering, Danny Miki, Jonathan Glapion y Philip Tan. Color: Jay David Ramos. Portada: Philip Tan y Jay David Ramos. Editor: Jamie S. Rich. DC Comics. EE.UU., diciembre de 2019. 

Estamos en la era del Guasón. Y todo se lo debemos a Joaquin Phoenix, estrella y baluarte absoluta del magnífico film de Todd Phillips, detonante en cadena del fenómeno que acapara los aplausos del público, los elogios de la crítica y los premios de la industria. Ante estos hechos, se caía de maduro que DC iba a explotar su licencia de manera desenfrenada, tratando de aprovechar al máximo las posibilidades comerciales del momento.
Y de entre el maremágnum de títulos relacionados con el Payaso del Crimen, elijo quedarme con este The Joker: Year of the Villain, cómic especial por su naturaleza unitaria, pero sobre todo por haber sido concebido por uno de los cineastas más importantes del séptimo arte norteamericano de los ’70 y ’80: John Carpenter. El director de la original Halloween, Asalto al Precinto 13, La niebla, Escape de Nueva York y la remake de La cosa, todos clásicos del terror, el thriller y la fantasía que han formateado el gusto por el entretenimiento popular de mi generación.


La única contra de este especial es su pertenencia al largo evento anual Year of the Villain, en el cual Lex Luthor intenta alcanzar la realización de la especie humana a través del ejercicio de la maldad, lo cual se traduce en un par de páginas sin sentido para todo aquel lector desinteresado de las grandes implicancias del mosaico general. Lo que vale (y mucho) es la historia que se cuenta dentro de ese marco formal. 


Apelando al universo simbólico de la serie televisiva de Batman con Adam West y Burt Ward, Carpenter (y su co-guionista Anthony Burch) se animan a dos planteos revolucionarios (por lo perturbadores) para el status quo de personajes aptos para todo público. Por un lado, plantean la relación del Guasón con Batman como una tóxica e irresuelta historia de amor. Amor que prescinde del romanticismo para exhibir su esencia sexual con prácticas que ligan el éxtasis a puntuales manifestaciones de violencia y perverso coqueteo con la muerte.


Y, por otro lado, al contar la historia desde el punto de vista de uno de los inútiles secuaces que solían acompañar al catódico Guasón interpretado por Cesar Romero, Carpenter y Burch deconstruyen la naturaleza identitaria del criminal, respondiendo la pregunta que nadie se había animado a hacer: ¿El Guasón es un demente inestable que comete actos malvados o un cuerdo malvado que comete actos dementes? 
Fernando Ariel García

PARASITE: MEMORIAS DEL SUBSUELO


Parasite - Parásitos. Director: Bong Joon Ho. Protagonistas: Song Kang Ho, Lee Sun Kyun, Cho Yeo Jeong, Choi Woo Shik, Park So Dam, Lee Jung Eun y Chang Hyae, entre otros. Guion: Bong Joon Ho, Han Jin Won. Barunson E&A / CJ Entertainment. Corea del Sur, 2018. Estreno en la Argentina: 23 de enero de 2020.

Técnicamente, se entiende por parásito a todo organismo que vive a costa de un ser vivo de otra especie. Alimentándose, literalmente, de las sustancias que elabora el organismo invadido, debilitándolo gradualmente hasta llevarlo, en ciertos casos, a la muerte. Y este tipo de relación simbiótica es la que va a entablarse entre la familia Kim, que no posee nada; y la familia Park, que (al menos, en apariencia), lo tiene todo. 




Obra maestra del humor negro contemporáneo, el film de Bong Joon Ho se ha convertido en un suceso internacional imparable, que amenaza con apropiarse del Oscar a la Mejor Película Internacional, después de haberse alzado con el Globo de Oro y la Palma de Oro de Cannes. Condiciones le sobran, por cierto. Con su fusión de comedia familiar, drama aspiracional, denuncia social y thriller de tintes tarantinescos, Parasite – Parásitos (Gisaengchung – Parasite) expone con crudeza, empatía y delirio, los efectos concretos de la insostenible diferencia de clases surcoreana, la inclemencia con que el modelo capitalista gesta a los marginados que necesita para explotar y descartar; y el miedo permanente al desborde intemperante de sus vecinos del norte, cuestiones de color local que son rápidamente asimilables a cualquier otro rincón del mundo globalizado. 


De manera feroz y brutal, la película se aleja de cualquier cliché ideológico sobre las élites, los desplazados y los lazos (concretos y simbólicos) que los unen mientras los separan. Uno de los grandes logros de Bong Joon Ho es, justamente, el de elaborar esta lucha de clases como lo que realmente es, una tragedia escindida de juicios éticos y/o morales, distribuyendo responsabilidades entre todos y sin culpar a nadie. 


Porque ambas partes en conflicto construyen sus lógicas de supervivencia con las herramientas que tienen, que conocen, que dominan. Con el engaño, la sensación de superioridad, el aprovechamiento, el (ab)uso de su posición, sólo responden al imperio cultural impuesto por el modelo político-económico-social de turno. Hasta que la mierda inunda los subsuelos de la patria; y la polarización extrema queda reducida a su expresión más básica, salvaje y binaria: Matar o morir. 
Fernando Ariel García

sábado, 11 de enero de 2020

LA SEGUNDA TEMPORADA DE TITANES LLEGA A NETFLIX

Hoy, Netflix estrena en América Latina la segunda temporada de Titanes (Titans), la serie sobre el clásico supergrupo de DC Comics. 


Y hoy te lo cuento en esta nota para el diario La Nación (versiones física y online).

jueves, 9 de enero de 2020

EL ACOSO: NO ES NO

El acoso. Directora: Michal Aviad. Protagonistas: Liron Ben Shlush, Menashe Noy, Oshri Cohen, Irit Sheleg y Dorit Lev-Ari, entre otros. Guion: Sharon Azulay Eyal, Michal Vinik, Michal Aviad. Lama Films. Israel, 2018. Estreno en la Argentina: 9 de enero de 2020. 

El título argentino de la película de Michal Aviad no deja espacio a la interpretación. El acoso. Directo y sin medias tintas, sincronizado con los tiempos que corren y las demandas que se plantean, cada vez con más fuerza y más voces. De hecho, hasta resulta adecuado si lo pensamos desde la estrategia de supervivencia necesaria para convivir al lado de tanto tanque parido para comerse horas de exhibición y espacio en salas. Pero el título original de El acoso (Isha ovedet, o Mujer trabajadora), no mata la sorpresa ni aminora el impacto de lo que vamos a ver, simplemente porque no pone sobre aviso al espectador. 


Porque lo más interesante de El acoso no es la crítica social, dura y condenatoria, a una cultura patriarcal devenida práctica machista de violencia contra la mujer. Violencia sexual, por supuesto, pero también laboral, familiar, verbal, simbólica, que Aviad hace carne en los personajes masculinos y femeninos que protagonizan la trama. Orna (Liron Ben Shlush) es una mujer de clase media, joven y capaz, madre de tres hijos y esposa de un hombre que la viene luchando con un restaurante que acaba de abrir. El proyecto familiar la lleva a buscar trabajo y encontrarlo en una empresa de bienes raíces. Con un jefe poderoso, influyente y exigente, carismático y respetado, que parece un tipo copado y abierto al crecimiento profesional de Orna. Pero no lo es, sólo lo parece. 


Y así, de a poco, in crescendo, El acoso construye lo más interesante que tiene para ofrecer: La mirada abierta al detalle sobre el tablero real e ideal en que empiezan a moverse todas las fichas. La forma sutil y brutal con que este hombre en particular ejerce la explotación y el abuso de sus subordinados. El comentario (sardónico y cruel, galante y caballeresco) con que va tiñendo la relación laboral de implicancias sexuales. La confluencia de situaciones personales que atraviesan a Orna y provocan su comportamiento valiente y sometido, decidido y contradictorio a la vez. Principalmente porque en su cuerpo empiezan a mezclarse los históricos mandatos culposos, el peso de la mirada externa, la necesidad del sustento económico, el mantenimiento del empleo, las demandas de su familia. Una bola de nieve que crece y arrasa con la autoestima, revictimizándola en su condición de víctima. 


No soy un experto en violencia de género ni sé el estado de situación del tema en Israel. Sí me llamó la atención la ausencia institucional de la Justicia en el entramado narrativo del film. No hay instancias formales de denuncia en El acoso y, por ende, todo lo que allí sucede, acontece y se resuelve en ámbitos privados y particulares. Como si no existiera solución colectiva posible; y la única salida dependiera de un empoderamiento tan impulsivo como individual. 
Fernando Ariel García

CATS: ¿QUIÉN LE PONE EL CASACABEL AL GATO?

Cats. Director: Tom Hooper. Protagonistas: James Corden, Judi Dench, Jason Derulo, Idris Elba, Jennifer Hudson, Ian McKellen, Taylor Swift, Rebel Wilson, Francesca Hayward, Laurie Davidson, Robbie Fairchild, Mette Towley, Steven McRae, Danny Collins, Naoimh Morgan, Ray Winstone, Les Twins (Larry Bourgeois y Laurent Bourgeois), Jaih Betote, Jonadette Carpio, Daniela Norman, Bluey Robinson, Freya Rowley, Ida Saki, Zizi Strallen y Eric Underwood. Guion: Lee Hall y Tom Hooper, basado en el musical Cats (1981) de Andrew Lloyd Webber, adaptación de El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum (1939), de T. S. Eliot. Música: Andrew Lloyd Webber. Canciones: T.S. Eliot (poemas originales), Trevor Nunny, Taylor Swift (letras). Tema de cierre: Beautiful Ghosts, de Taylor Swift y Andrew Lloyd Webber, interpretado por Taylor Swift. Coreografías: Andy Blankenbuehler. Productores ejecutivos: Andrew Lloyd Webber, Steven Spielberg, Angela Morrison, Jo Burn. Working Title Films / Amblin Entertainment / Monumental Pictures / The Really Useful Group / Perfect World Pictures. EE.UU. / Reino Unido, 2019. Estreno en la Argentina: 9 de enero de 2020. 


Empiezo aclarando lo de siempre: No me gustan las comedias musicales. Me parece antinatural que las personas dejen de hablar para ponerse a cantar sus cuitas como si eso fuera lo más normal del mundo. No puedo conectar con eso. No sé conectar con eso. Y mucho menos si se trata de personas disfrazadas de gatos, moviéndose y comportándose como vemos que se mueven y comportan los gatos de verdad, mientras componen felinos antropomórficos que parecen escapados de un capítulo de Don Gato y su pandilla


Dicho esto, la versión fílmica de Cats deja bien en claro por qué el musical de Andrew Lloyd Webber es uno de los cinco más importantes de la historia del género, ganador de tantos premios y merecedor de todo el piripipí que le gira alrededor. La puesta en escena es fastuosa, visualmente impactante por la impronta onírica y majestuosa que descarga sobre techos, callejones y monumentos de esa Londres fantasmal, en icónico estado de duermevela. Detalle que representa el mundo poético, complejo y oscuro de T.S. Eliot, autor del libro en el que se basa la obra; capaz de hacer frente a los procesos de desintegración social con una fuerte dosis de mitología, misterio y belleza. Algunas coreografías quitan el aliento, aunque se note que los pasos de baile llegan tuneados por distintas intervenciones tecnológicas. Pero crear una identidad propia, compacta y coherente, apoyándose en las particularidades inherentes a los diferentes estilos (del ballet clásico al contemporáneo, del hip-hop al jazz, del Street Dance al tap), no debe ser tarea sencilla. Y el coreógrafo Andy Blankenbuehler lo hizo. 


Es que uno de los principales méritos del director Tom Hooper es haber trabajado para el lucimiento profesional de los artistas convocados. Judy Dench y Ian McKellen como sostén dramático del andamiaje actoral. Francesca Hayward y Steven McRae (figuras principales del Royal Ballet de Londres), Robbie Fairchild (estrella indiscutida del Ballet de New York) y el grupo Les Twins (popes del hip-hop francés), para la excelencia en el arte de la danza. Taylor Swift, a la hora de cantar y componer, junto con el propio Lloyd Weber, un nuevo tema para el musical. 


Vista así, por partes, la experiencia cinematográfica de Cats debería ser abrumadoramente regocijante, cosa que no es. O lo es sólo cuando se la ve así, por partes. En conjunto, Cats pierde brillo, se pone ridícula, se hace larga, aburre y provoca algún que otro bostezo. Hasta que le llega el momento del cierre a Memory, la canción insignia del musical, a cargo aquí de Jennifer Hudson (salida del cascarón gracias a American Idol). Paradita en el medio de la escena, a fuerza de talento, verdad y un vozarrón que rompe el tiempo y desgarra el alma, Hudson borra de un plumazo todo lo bueno y todo lo malo que el film había amontonado hasta ese instante. Porque lo suyo es de otra categoría, capaz de demostrar por qué el arte puede hacer mejor este mundo y transformarnos como personas. Sin necesidad de disfraces ni de ninguna otra pelotudez que nos distraiga de lo importante.
Fernando Ariel García