El hilo fantasma. Director: Paul Thomas Anderson. Protagonistas: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Camilla Rutherford, Gina McKee y Brian Gleeson, entre otros. Guión: Paul Thomas Anderson. Música: Jonny Greenwood. Annapurna Pictures / Focus Features / Ghoulardi Film Company / Perfect World Pictures. EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 15 de marzo de 2018.
Es una pena que esta sea la última película de Daniel Day-Lewis. Principalmente, porque El hilo fantasma (Phantom Thread) es un bodoque pesadísimo, intragable, durísimo de digerir. Tanto, que termina atentando contra la mayor virtud que tiene para exhibir el filme de Paul Thomas Anderson: La labor impecable, irresistible, avasalladora, gigante de Day-Lewis como ese modisto talentoso y malhumorado, obsesivo y neurótico, soberbio y cínico, distante y emocionalmente inestable sobre el que se estructura la historia.
Especie de gótico victoriano donde el melodrama obtura la irrupción del terror bajo el eje de lo extraño e inexplicable (si hasta el fantasma resulta inocuo), la casa encantada que simboliza la identidad del género es aquí la casa-taller de Reynolds Woodcock (Day-Lewis), diseñador top de la alta sociedad londinense y la realeza europea de los años ‘50. Un lugar signado por el peso de rutinas y apariencias, férreamente delimitado por los espacios físicos y simbólicos que ocupan Reynolds y su hermana Cyril (Lesley Manville), respectivamente la cabeza creativa y el cuerpo administrativo de la empresa. Hasta que la joven Alma (Vicky Krieps) aparece para ponerle el ídem a la relación triangular que acaba por conformarse.
Como musa, modelo y amante de Reynolds, Alma tensa todos los límites, cambia los perfiles y los roles anquilosados entre esas cuatro paredes; y pone a debatir las relaciones de poder entre hombre y mujer, creador y creación, patrón y empleada. Clima de nuestra época que cede protagonismo frente a la opción del amor tóxico entre una pareja despareja, que se busca y se repele, se necesita y se excluye, se cuida y se lastima.
Minucioso y detallista retrato de costumbres, El hilo fantasma despierta permanentemente nuestros sentidos. Queremos usar la ropa que usan los personajes, comer los scons que comen, tomar el té que toman, viajar a los lugares que viajan, asistir a las fiestas que asisten, vivir en las casas que habitan, seguir escuchando la bella música de Jonny "Radiohead" Greenwood. Pero, curiosamente, no queremos ver la película que estamos viendo. Hay algo que falla, hay algo que falta. ¿Aquello que se esconde entre los pliegues de la ropa, entre los dobleces del deseo? Probablemente.
Después de todo, tal vez, el delicado filme de época no sea más que una sobrevalorada puntada sin hilo.
Fernando Ariel García
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