jueves, 23 de abril de 2015

DE AMOR Y DINERO: CARA Y CECA

De amor y dinero. Director: Hossein Amini. Protagonistas: Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Oscar Isaac. Guionista: Hossein Amini, basado en la novela The Two Faces of January de Patricia Highsmith. StudioCanal/Working Title Films. EE.UU./Reino Unido/Francia, 2014. 

Para los antiguos romanos, el dios Jano comandaba sobre los inicios y las transiciones, de ahí que el nombre del primer mes del año, enero, derive directamente de su pronunciación en latín. Como suyas eran las acciones que involucraban nacimientos, viajes y cambios, estuvo asociado a la simbología de las puertas, los pasajes y los puentes. Por entender que el movimiento era siempre bivalente, se lo significó mirando simultáneamente al pasado y al futuro. Y de esta naturaleza dual surgió su representación gráfica definitiva, la de las dos caras que, simplificándolo todo, sirvió para encorsetarlo como referente de lo ambiguo. 


Y siendo la ambigüedad uno de los ejes narrativos de la obra literaria de Patricia Highsmith, no debe extrañar que esta De amor y dinero (pésima retitulación del original The Two Faces of January, basada en la homónima novela de una de las plumas más interesantes del policial contemporáneo), se defina mediante lo que esconden las fachadas de la Acrópolis y de los hombres que hormiguean a su sombra. Buscas travestidos de estetas decadentes, animales embutidos en los oropeles del triunfo y la seda, o camuflados de guías turísticos cancheros y entradores, ninguno terminará siendo lo que parece ser. Y más de uno terminará mostrando la hilacha, vencido por la desesperación, acuciado por la adversidad, abrumado por la necesidad. E intentando sacar algún provecho de ello. 


La estafa va a estar, permanentemente, en el centro de la escena. Mediocres que se agrandan entre palomas y trastabillan frente a los halcones, van resueltos hacia la debacle humana, hacia la oscuridad de los avernos, hundidos en la mugre que no sale con agua y jabón. Caerán en un crimen no buscado, después de practicar abusivamente del delito de cabotaje, ejecutado con cierta pericia y nada de moral. Víctimas de una cadena de eventos desafortunados, resueltos de la única forma en que se resuelven estos entuertos cuando el azar (o el Diablo) mete la cola: Mal. 


Deambulando entre el triángulo amoroso a punto de consumarse y el peso de una relación filial inconclusa, interrumpida por el distanciamiento y la ausencia, los personajes de Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac tensionarán las cuerdas eróticas, apelarán al chantaje emocional en un in crescendo alocado que los arrinconará, inevitable, frente a la tragedia. Unidos por el espanto, obnubilados por ese reflejo deformado que les devuelve el otro como espejo solitario y cruel, entrelazarán sus historias de abandono y furia, hasta comprender que esa complementariedad extraña y extrañada sólo podrá resolverse mediante un pacto de sangre y muerte. 


Cara y ceca de una misma moneda que rodará por la Grecia y la Turquía de los ’60, desandando el laberinto del minotauro en un pálido reflejo de la mitología que fue, como atronadora continuidad de la guerra entre dioses, semidioses y hombres que se fueron a las manos por la húmeda entrepierna de una mujer y varios fajos de dólares. Lo incomprensible es que, con estos personajes arreados por sus reflejos instintivos, el guionista y director Hossein Amini haya elegido una puesta en escena sumamente cerebral, de montaje y estética impecables, pero respetuosamente distante del involucramiento emocional del espectador. Atrapando sin apretar. 
Fernando Ariel García

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