Antes de la
medianoche. Director: Richard Linklater. Protagonistas: Ethan Hawke, Julie
Delpy, Seamus Davey-Fitzpatrick, Jennifer Prior, Charlotte Prior, Xenia
Kalogeropoulou y Walter Lassally, entre otros. Guionistas: Richard Linklater, Julie Delpy,
Ethan Hawke. Sony Picture Classics / Venture Forth / Castle Rock Entertainment
/ Detour Filmproduction / Faliro House. EE.UU., 2013.
Mucha agua
ha pasado bajo el puente. Demasiada, tal vez. Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) son y no son aquellos que se
conocieron y se separaron en Antes del amanecer (1994) y volvieron a
encontrarse en Antes del atardecer (2004), opus inmediatamente anteriores a
este Antes de la medianoche (Before Midnight, 2013) que ¿cierra? la saga romántica
más importante del cine independiente norteamericano contemporáneo. Pero lo
bueno es que no hace falta haber visto las primeras partes del fresco
sentimental pergreñado por el director Richard Linklater y los dos actores
principales, para tomarle el tiempo, el pulso y el ritmo a esta historia de
amor amenazado por la convivencia. Al menos yo, que no vi ninguna de las dos
Antes…, no tuve ningún problema en seguir sus alternancias, captar sus
metáforas y entender sus múltiples referencias (y metareferencias) internas.
Tal vez
porque lo importante es aquello que le está pasando a esta pareja ahora, más
allá (y más acá) del camino recorrido hasta llegar a este punto en que los
encontramos, nueve años después del final de la segunda película, con una vida
en común, dos hermosas mellizas y un hijo (de él) que hace de catalizador del
drama que deberá resolver esta familia ensamblada si es que realmente quiere
hacer que la saga llegue a tetralogía. Grecia, la cuna de la tragedia, pondrá
el escenario de la Historia a la hora de desarrollar la historia de los
enamorados, muy logrados exponentes de los idearios de género construidos en,
por y para una clase media alta, con buen nivel de instrucción y severamente
psicoanalizada, burguesa hasta en sus pequeñas grandes intenciones
revolucionarias.
Lo mejor del
filme, de lejos, pasa por el afiatado registro psicológico de los personajes; y
los planteos filosóficos sobre la vida en pareja que exponen con natural
naturalidad. El paso (y el peso) de los años, el reparto de tareas parentales
en una época en que los roles masculinos y femeninos se definen principalmente
por su articulación complementaria, el ensamblaje entre los proyectos
personales y los familiares, el flujo y reflujo de los espacios individuales
dentro de la marea colectiva, mucho más difícil de equilibrar cuando los hijos nos
obligan a reformular parte de la agenda de la pareja. La administración de la
felicidad, del deseo, de los sueños, de la culpa, de las obligaciones y los
reposos. Los códigos de relación, en definitiva, válidos para cada pareja y por
eso mismo intransferibles.
Y todo ello,
todo junto, estructurado mediante diálogos de largo (larguísimo) aliento,
hiperverborrágicos, radioteatrales antes que cinematográficos, pero donde cada
palabra cuenta y está dicha con la carga expresiva justa, la transición
necesaria para conceptualizar esta enorme reflexión existencialista sobre la
naturaleza humana decantada en hombre y mujer, simple artefacto binario el
primero y sofisticado sistema hexadecimal la segunda. De los choques y abrazos
entre estas visiones contrapuestas del mundo están hechas las relaciones de
pareja. De su permanente atracción y rechazo, esta película. De cuántos tipos
de amor sean posibles entre dos seres que se aman, me animaría a decir, la
trilogía toda.
Fernando Ariel García
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