jueves, 11 de abril de 2013

LOS POLLOS NO TIENEN SILLAS: CUESTIONES ALREDEDOR DE UNA SILLA

Las interpretaciones son libres y vienen haciéndose desde que la mujer se sentó o se presentó al público ya sentada, en medio de un entorno despojado porque lo único trascendente (pareciera ser) es aquella íntima soledad que todos llevamos por compañía en este tránsito. Por ello (se me antoja) el humor gráfico de Copi (mucho más que el alter ego de Raúl Natalio Damonte Taborda) se aborda como experiencia teatral antes que historietística, porque hace de la página en blanco el escenario de la vida por donde pasan (y quedan y dicen lo suyo) los inadaptados, los perdedores, los marginados. A caballo del realismo y la fantasía onírica, Copi re-presenta con herramientas tomadas del Teatro del Absurdo, desde la anarquía bien entendida. Como símbolo de la libertad real, que es absoluta o no es.


Militante activo de la provocación, Copi ejerció (ejerce) su capacidad para derribar cualquier convencionalismo, volviéndose inclasificable. Según qué idea o valor trasplantemos sobre la mujer sentada, una lectura diferente (y a veces antagónica) irá tomando forma ante nuestros ojos. Y todo tendrá su razón de ser y su parte de razón, ya que el mismo autor promovía cualquier tipo de interpretación libre, otorgando al hacer uso de sus silencios. Silencios palpables y pesados, cargados de sentimientos no verbalizados, como los silencios de esa realidad distorsionada con clara intención subversiva que es Los pollos no tienen sillas (Les poulets n’ont pas de chaises), recopilación que la editorial francesa Denoel hiciera en 1966 de sus trabajos para el semanario Le Nouvel Observateur. El mismo libro que fuera publicado dos años después en la Argentina por el mítico sello de Jorge Alvarez para permanecer descatalogado hasta ayer nomás.


Está claro que quién está sentado es el que define, domina y acapara el discurso de Los pollos… Quien ejerce el poder desde un marcado nivel de superioridad, sin importar si es pollo, mujer, pescado o… Por eso quiero correrme del sujeto para centrarme en el objeto. La silla. La silla como símbolo de status, de privilegio destinado a los altos dignatarios mucho antes de la democratización masiva del mueble devenido elemento básico de confort. La silla como símbolo absoluto del Poder, de la supremacía de unos sobre otros. Como demostración empírica de la desigual relación de fuerzas, de la imposición violenta de una mirada nacida en la inequidad. La silla como signo de la tensión entre dos opuestos que se atraen y se repelen, se celan y se envidian: El individuo y la sociedad. De ahí, intuyo, que la alternancia en la silla sea vivida y reflejada como un hecho de naturaleza vindicativa.



Y desde ese hecho vindicativo se abordarán diferentes cuestiones filosóficamente existenciales, la lucha de clases, las injusticias, las relaciones familiares, la religión, las apariencias, los roles y las posiciones sociales, el fracaso de las ilusiones, la derrota de la esperanza, la manipulación, el engaño, el Capitalismo y el Comunismo, el agrandado sueño del medio pelo, la opción por los pobres, la tristeza, los patrones de opinión impresos en el inconsciente colectivo a fuerza de publicidades y la necesidad del mercado de homogeneizarlo todo, colonizando el pensamiento y estipulando las costumbres.


Utilizando el sarcasmo, la ironía y cierta sofisticación de decadente aristocracia desclasada, con un dejo de tristeza, algo de humor negro y un poco de mala leche, Copi echa una mirada bastante despectiva sobre la supuesta superioridad cultural asumida por la intelectualidad que era su primera lectora. Intelectualidad que estaba (¿está?) sentada en la seguridad de un cómodo sillón, a la espera de aquello que nunca llegará.
Fernando Ariel García


Los pollos no tienen sillas. Autor: Copi. Traductor: Copi. Portada: Copi. 128 páginas en blanco y negro. El Cuenco de Plata. ISBN: 978-987-1772-47-6. Argentina, noviembre de 2012.

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