Conozco a Parker, aunque no
haya leído ninguna de sus veinticuatro novelas publicadas entre 1962 y 2008,
todas ellas escritas por Donald E. Westlake bajo el seudónimo de Richard Stark.
Conozco a Parker, aunque no haya visto ninguna de las películas que se animaron
a versionar alguna de sus aventuras, con los protagónicos de Lee Marvin, Robert
Duvall y Mel Gibson, entre otros. Y si conozco a Parker (si es que en realidad
puede conocerse a alguien como Parker) es por haberlo leído en las adaptaciones
en historietas que, desde 2009, viene realizando Darwyn Cooke (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2010/04/cosecha-negra.html),
notables ejemplos de lo mejor que el noveno arte tiene para ofrecer en el no
tan populoso rubro de la novela negra. Y es desde este conocimiento, tan
parcial como interesado, que estoy escribiendo estas líneas.
La gran diferencia entre ese
Parker y este Parker (2013) protagonizado por Jason Statham y Jennifer Lopez viene
dada por el cambio de registro. La película de Taylor Hackford aparece
construida con todos los clichés que hacen a un filme de acción, que no es lo
mismo que un filme policial, aunque compartan algunas ideas y algunos tópicos
fundantes, como el necesario héroe carismático y de conducta dudosa. Parker,
basada en la novela Flashfire (2000), retrata al protagonista como un ladrón
con un curioso código de conducta, marcado por una rigidez moral que lo lleva a
cuidar la integridad de las inocentes víctimas de sus atracos, pero no le
impide cargarse con brutal saña a aquellos pares que le jueguen una mala pasada,
que es todo lo que tiene para ofrecer esta película a nivel argumental.
Profesionalmente realizada, Parker cumple con su cometido de entretener. Y por momentos, sobre todo en la escena de apertura, los cumple con creces. El resto se adivina, se ve venir a todo galope; y sólo mantiene la credibilidad si tomamos la lógica interna de ese universo áspero brutal, desalmado, ahogado por el peso de sus propias formas, sin animarnos a cuestionarla. En cuanto tratemos de mirarla con ojos realistas, el castillo de Cenicienta se verá como lo que realmente es, un castillo de cartas a punto de derrumbarse. El mayor mérito de Hackford es mantener intacta esa ilusión mientras dura. Y si el espectador está con ganas de cooperar, durará hasta el final.
Adrenalina a granel, tiros, trompadas, sangre derramada. Autos poderosos, casas lujosas, chicas (más o menos) lindas, ricos a los que desvalijar. Buena gente cometiendo malas acciones y malos tipos redimiéndose mediante buenas acciones. Un producto hecho a medida de sus fanáticos. Por suerte, Jennifer Lopez no canta.
Fernando Ariel García
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