No sé si todo tiempo pasado fue mejor o peor.
Fue distinto. Y, sobre todas las cosas, fue. Pasó. ¿Significa eso que no guarda
ningún valor, que nada tiene para enseñar a (y aprender de) las nuevas
generaciones? Pensar eso sería de necio, de viejo en el sentido que puede
dársele a una reliquia incapaz de generar la mínima memoria, de muerto. Pensar
lo contrario, por otra parte, nos hace abordar la vejez (o veterana
experiencia) desde otro ángulo, desde el costado de la vida. Con menos tiempo
por delante del que puedan alardear y vanagloriarse los purretes de ahora, que
aunque no lo sepan de momento, sólo tienen dos caminos por delante: Envejecer o
morir.
Apelando al humor negro, a la comedia de situaciones enmarcada en el rango del policial negro contemporáneo, Tres tipos duros (Stand Up Guys, 2013) asume el riesgo de evidenciar el efecto implacable del tiempo sobre cuerpos y espíritus, haciendo un conciso y efectivo (que también efectista) balance de los años que invertimos en envejecer con mayor o menor dignidad. El Val de Al Pacino tranquilamente podría ser el reflejo futuro del Tony Montana que no llegó a ver el fin de Scarface. Afecto a los excesos pero con la testosterona baja, conocedor (a fuerza de 28 años a la sombra) de que no es la cantidad lo que determina la calidad, sino el estilo, la capacidad de disfrutar de las cosas necesarias con la compañía adecuada. Sobre todo si ésta es tu primera noche fuera de la cárcel y, si algunos barcos llegan al puerto, la última noche de tu vida.
Decir que este filme es grandioso sólo porque están en pantalla Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin es decir la verdad, pero también es faltar a ella. El guión de Noah Haidle es sencillamente genial, aún en los momentos más traídos de los pelos y en las inflexiones demasiado forzadas de la historia. Pero que Pacino, Walken y Arkin estén ahí dando lecciones (de actuación, de vida), diciendo esas palabras y callando esos silencios, hace que Bon Jovi suene como Muddy Waters, dispara la experiencia hacia otra dimensión, hacia otros códigos.
Códigos que parecieran estar en el ADN de la película. Porque códigos es lo que tienen (y de sobra) estos tres tipos duros, amigos que el camino del delito hermanó de manera ejemplar, tanto en la gloria como en los achaques, más acá y más allá de la existencia. No sé si todo tiempo pasado fue mejor o peor, pero si uno lo pasa en compañía de amigos como estos, no hay enemigo capaz de hacernos sombra. Después de todo, ¿quién quiere vivir para siempre si tiene la oportunidad de brillar eternamente, habitando la memoria de los seres que ama?
Fernando Ariel García
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