(Publicado en Sonaste Maneco Nº 5, julio a
septiembre de 2005) Como todo género, el policial negro tiene sus reglas que lo rigen y
le dan forma definida. En la combinación que se elija, tanto como en las excepciones
que se utilicen para confirmarlas, descansará parte del atractivo de la
propuesta. Desde el vamos, las protagonistas femeninas más interesantes de este
tipo de relatos se han venido mostrando como femmes fatales, victimarias
antes que víctimas, maquinarias de seducción cuyo órgano sexual más importante
es el cerebro.
Conscientes de este rol tan asumido como predeterminado, Carlos Trillo (guión) y Eduardo Risso (dibujos) lo derrumbaron de un plumazo al concebir a la protagonista de Chicanos, Alejandrina Yolanda Jalisco, inmigrante mexicana que se gana la vida como detective privado en esa jungla de cemento que son los barrios latinos de Nueva York. Petisa y fea, algo bruta, bastante ingenua, miedosa e insegura, Jalisco está tan necesitada de trabajo como de un hombre. Y si su cuerpo encontrará bastante del primero, su corazón seguirá buscando.
Al menos en este primer tomo editado por Iron Eggs, que presenta los cuatro episodios iniciales de la serie producida para el mercado europeo a partir de 1995. “El título original -recuerda Trillo- era AY Jalisco, obvio juego de palabras entre la popular canción mexicana y el nombre de la protagonista. Pero a los franceses les pareció que la relación no era clara y la rebautizaron Chicanos. Se nota que de la cultura latinoamericana mucho no conocen, no?”.
Drama jugado con pasos de comedia, el claroscuro de Risso es el vehículo ideal para describir el sueño inmigratorio de progreso ahogado bajo el peso de una realidad que discrimina como primera opción. Y si no, vean la presentación de Jalisco ante los lectores. Dos páginas que muestran el prejuicio más patético y degradante que pueda ejercer la sociedad.
Fernando Ariel García
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