jueves, 30 de octubre de 2025

UN AMOR INCOMPLETO: PATERNIDAD SUSTRAÍDA

Un amor incompleto. Director: Guillaume Senez. Protagonistas: Romain Duris, Judith Chemla, Mei Cirne-Masuki, Tsuyu, Shungiku Uchida, Yumi Narita, Patrick Descamps y Shinnosuke Abe, entre otros. Guionistas: Guillaume Senez, Jean Denizot. Les Films Pelléas / Versus Production. Francia / Bélgica, 2024. Estreno en la Argentina: 30 de octubre de 2025.


La situación es conocida y bastante más común de lo que uno supone. Y aunque cada cultura le agregue algún condimento particular, la desesperación y la impotencia que despierta son universales y reconocibles de manera empática, sin importar en que punto del planisferio se esté. Cuando un matrimonio se separa y uno de los cónyuges impide el contacto entre su hijo y el otro progenitor, la sustracción del menor constituye un delito penal y un daño emocional que puede llegar a ser profundo e irreparable.


En el caso de Un amor incompleto (Une part manquante), la sustracción se ha dado hace nueve años en Tokio, ciudad regida por una legislación nacional muy particular sobre el tema, totalmente retrógrada, que entrega formalmente la custodia al progenitor que se queda con el hijo y se vuelve, de hecho, un paraguas protector para la persona apropiadora. Ni hablar si el matrimonio está formado por un japonés y un extranjero.


Sin contacto físico regular ni acceso legal a su hija Lily, el francés Jérôme “Jay” Da Costa (habitado con infinidad de matices por el notable Romain Duris) recorre la desolada nocturnidad de Tokio manejando un taxi. Noche tras noche, ha venido soñando el (re)encuentro con su hija de mil y una manera distintas, todas ellas amorosas, comprensivas y plagadas de miedos, dudas, angustias y esperanzas. A punto de volver a su Francia natal, la causalidad lo pone frente a una niña que podría ser Lily.


No vamos a revelar aquí si lo es o no, principalmente porque el meollo empático no pasa principalmente por ahí. La respuesta será definitoria para la última media hora del metraje, pero la humanidad de las secuencias en que Jay puede ejercer tímidamente la paternidad que le secuestraran, muestra sin regodeos ni golpes bajos el sesgo vulnerable e incondicional del amor que este padre siente por su hija. Con sobria ternura y elocuente delicadeza, el film construye el tránsito de ida y vuelta entre el dolor y la felicidad, un camino que interpela y conmueve al espectador. Y exige reformas jurídicas de manera urgente.
Fernando Ariel García

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