Rompehuesos. Director: Vincenzo Pirrotta. Protagonistas: Vincenzo Pirrotta, Selene Caramazza, Aurora Quattrocchi, Ninni Bruschetta, Simona Malato, Luigi Lo Cascio, Giovanni Calcagno, Filippo Luna, Maziar Fioruzi. Guionista: Vincenzo Pirrotta, Ignazio Rosato, Salvo Ficarra, Valentino Piconte. Tramp Limited / Rai Cinema. Italia, 2022. Sin estreno comercial en la Argentina. Exhibida dentro de la 9º Semana de Cine Italiano.
Palermo, capital de la isla italiana de Sicilia, 2018. La investigación policial logra detener a una banda de delincuentes, algo lúmpenes y muy bien organizados, con los aceitados contactos médicos, legales y políticos para hacer lo que hacían. Defraudar a las compañías de seguros fingiendo accidentes automovilísticos, obteniendo mayores beneficios al romper piernas y brazos de las supuestas víctimas, contando para ello con su consentimiento voluntario. Sí, leyeron bien, contando con el consentimiento voluntario del quebrado.
Sobre este hecho real, Vincenzo Pirrotta monta Rompehuesos (Spaccaossa), echando luz sobre el lado más oscuro y siniestro de la vida social en Palermo. Sin hacerle asco a la violencia física, pero evitando regodearse con las escenas de dolor tangible, la película avanza sobre la desesperación del ciudadano marginado hasta de la mano de la Mafia.
Hombres de familia, trabajadores honestos y dedicados, arrasados por las necesidades y avasallados por las urgencias mínimas y cotidianas de base. Personas descartadas que vienen viendo como caduca el futuro de sus hijos después de que les birlaran el suyo. Almas desechas a las que sólo le faltaba hacerse romper el cuerpo para ganar una última esperanza de progreso. El hálito postrero de alguna pírrica mejora económica que también mueve al protagonista, Vincenzo; tosco, duro y comprensivo malviviente que vive bajo la sombra opresora de una madre explotadora y desalmada, mientras sueña con el amor de una joven frágil, adicta y abandonada.
A la usanza del clásico neorrealismo italiano, Rompehuesos retrata con transparencia y compromiso la penuria cotidiana de los desplazados y de los miserables, los morbosos contratos morales que entablan, los abusos que se naturalizan y la regresión a un estado salvaje que condiciona y justifica todo. Como antes Pasolini, Pirrotta hace confluir el vacío vital de la existencia, la inocencia arcaica del desahuciado y la decadencia comunitaria e institucional de una geografía física y espiritual, articulada por el discurso orgánico de la violencia. El infierno amateur de una sociedad desangelada, que rompió sus lazos solidarios antes de dedicarse a quebrar huesos.
Fernando Ariel García