Wolverine inmortal. Director: James Mangold. Protagonistas: Hugh Jackman (Logan / Wolverine), Hiroyuki Sanada (Shingen Yashida), Tao Okamoto (Mariko Yashida), Rila Fukushima (Yukio), Will Yun Lee (Kenuichio Harada / Silver Samurai) y Svetlana Khodchenkova (Dr. Green / Viper, también conocida en los cómics como Madame Hydra), entre otros. Participaciones especiales de Famke Janssen (Jean Grey), Patrick Stewart (Profesor Charles Xavier) e Ian McKellen (Magneto). Guionistas: Mark Bomback y Scott Frank, en base a la miniserie Wolverine de Chris Claremont y Frank Miller. Marvel Entertainment / The Donners’s Company / Seed Productions. EE.UU. / Australia, 2013.
¿Puede haber algo más interesante que una buena versión fílmica de la miniserie Wolverine, aquella que firmaron en 1982 Chris Claremont y Frank Miller, consolidando el estatus de estrella icónica de Logan dentro del Universo Marvel? Creo que no. Sobre todo si el rol protagónico está en manos de Hugh Jackman, lo mejor que ha dejado la saga cinematográfica de los X-Men, vehículo perfecto para poner en pantalla la complejidad inherente a este antihéroe sarcástico de garras retráctiles, en lucha constante con sus demonios interiores y capaz de jugarse por una causa noble.
Relato de superhéroes, policial mafioso, drama existencialista con reminiscencias de spaghetti western y película de ninjas acelerados, Wolverine inmortal (The Wolverine, 2013) arranca con todas las intensiones de alcanzar esa meta, pero al apoyarse demasiado en la presencia escénica de Jackman, termina por descuidar el guión, la narración y los atractivos naturales de la historia (que están). Superpoblado con escenas de hueca espectacularidad que sólo justifican el abultado presupuesto invertido, la gran película que late bajo el metraje decanta en un entretenimiento (tan efectivo como pretensioso) muy poco original, hábil para capitalizar los aciertos ya probados y para desprenderse del lastre de los errores reconocidos. Por lo menos, hasta un rato antes del final.
El concepto de vida eterna (¿una bendición? ¿una maldición?) busca enmarcar filosóficamente la acción desbordada (y desbordante) del filme, secuela de X-Men Origins: Wolverine (2009) y prólogo a la próxima aventura mutante en 3D (hacia allí parecen ir todas las apariciones esporádicas de Jean Grey y la secuencia a mitad de los créditos finales, con el Profesor X y Magneto reclutando al héroe), manteniendo un tono físico, espiritual y emocional de agria melancolía que le sienta bien al personaje. Momentos de introspectivo clima cinematográfico que caen boicoteados por unas tontas, simples y lineales maquinaciones malvadas.
¿Puede haber algo más interesante que una malograda versión fílmica de la miniserie Wolverine, aquella que firmaron en 1982 Chris Claremont y Frank Miller, consolidando el estatus de estrella icónica de Logan dentro del Universo Marvel? ¿Qué me dicen de Wolverine metido en medio de una tierra prehistórica, rodeado de dinosaurios, cosmogonías lovecraftianas, una bella rubia semidesnuda y la aparición especial de Hulk? ¿Y todo ello, además, dibujado por Frank Cho? Nos estamos leyendo.
Fernando Ariel García
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